De un páramo estéril a un jardín de vida
Las vacaciones, para algunos, suelen ser muy variopintas, sobre todo para los que (como yo) no solemos hacerlas del tirón sino fraccionadas en días o semanas. Me paso el verano de aquí para allá, paso dos días aquí, una semana allí.., esto me permite visitar varios lugares, conocer a gente muy diversa y regresar a casa con suficiente material para inspirarme y escribir.
En una de mis idas y venidas, le hice una fotografía a una puerta que me llamó mucho la atención por su especial encanto y porqué me pareció que estaba colgada en medio de la nada. Una vez en casa, al volver a mirar la fotografía y fijarme en todos los detalles, me imaginé que la puerta pertenecía a un mundo diminuto, en el que había despertado bajo un manto de estrellas. Trasteé el buzón y no encontré ni llave ni ninguna nota que explicase cómo había llegado hasta allí. La luz que emanaba del blanco de la pared me iluminó y me confirió poderes especiales para abrir la puerta número uno, sin tocarla, solo con el pensamiento, y al abrirla, tuve una revelación, me di cuenta de que el miedo y la duda que transitan de vez en cuando por mi vida, no son más que señales que me indican que estoy lista para emprender la siguiente revolución. Al traspasar el umbral con decisión y coraje, dejé atrás un páramo estéril y entré en un jardín lleno de vida, dándole un nuevo sentido a mi existencia.