Capítulo Q1 de Qwerty
La puerta de entrada se abrió y Oka pudo ver que la gran sala del segundo piso de la biblioteca estaba prácticamente vacía. Echó un vistazo rápido. A su izquierda, cuatro personas leían dispersas en mesas dispuestas en fila junto a los ventanales. Al fondo, dos chicos hojeaban una enciclopedia y cuchicheaban frente a una estantería, y a la derecha, una chica sentada frente a un monitor llevaba puestos unos auriculares y reía a carcajadas de vez en cuando, pese a los toques de atención de la bibliotecaria, que la avisaba de que estaba molestando a los lectores.
Oka escogió una mesa al fondo de la sala, lo más lejos posible de la chica de los auriculares. Dejó su mochila y, mientras se dirigía hacia las estanterías de libros, le lanzó una mirada desafiante, acompañada de un mensaje sin palabras: «¡Ojalá hubiese un sensor que detectara a los insensibles y les sellara la boca al entrar en la biblioteca!».
Acto seguido, la joven empezó a toser y a rascarse la nariz, se quitó los auriculares y salió de la sala corriendo como si hubiese visto un fantasma. Oka rio para sus adentros, pensando que su particular magia había funcionado, mientras veía la puerta cerrarse tras la chica.
«¡Voy a tener que controlarme, parece que mi mensaje oculto ha funcionado! ¡He echado a la insensible de la biblioteca con mi pensamiento!»
Oka buscó en el bolsillo de su pantalón y extrajo una cajita amarilla que contenía un par de tapones de espuma, se los colocó en los oídos y se perdió en el mar de estanterías de la sección de narrativa juvenil, cargadas de libros de aventuras.
Llevaba ya un rato explorando las estanterías cuando, por el hueco que había dejado el quinto libro que consultaba, pudo observar discretamente a la muchacha, que había vuelto a la sala con la nariz hinchada y muy roja, como si hubiese sufrido una reacción alérgica. No le quitó ojo mientras la chica recogía sus pertenencias, devolvía los auriculares y abandonaba la biblioteca con aire contrariado. Oka esbozó una sonrisa de satisfacción y bajó la cabeza para mirar el libro que sostenía en sus manos. Las ilustraciones le llamaron poderosamente la atención. En la portada aparecía un extraño paisaje en tonos pardos y anaranjados en el que se perfilaban figuras superpuestas, difíciles de distinguir a simple vista, que parecían levitar en el aire. Esas figuras de apariencia fantasmagórica en seguida la fascinaron, pero el título atrajo aún más su interés […]
Fragmento extraído del primer capítulo de «Qwerty«, Editorial Stenella